Conocimiento o Tecnología?

EDITORIAL 25/9/2017

CONOCIMIENTO O TECNOLOGÍA?

Cuantas veces decimos  - ¡este chico todo el día está con el celular!
-¡Mi hija está pegada a la compu y no la puedo sacar!  o -¡todo el día con el telefonito y no rinde en la escuela!. ¿Porque se da éste fenómeno? ¿Será un problema cultural, familiar o escolar?.
Para nuestra  cultura,  la separación dualista cuerpo-mente ha sido una herencia muy pesada para la cultura occidental, pues se discutió  en su compromiso casi exclusivo entre  cogniciones y racionalidad, y se olvidó de la dimensión afectiva.
La afectividad está estigmatizada  como algo débil, vulnerable y negativo para la persona, y por lo tanto para el aprendizaje, y en consecuencia,  debe ser evitada en aras de la racionalidad perfecta.
Como consecuencia de este error de Descartes (1) , la didáctica de la ciencia ha estado dominada por la tradicional atención a los procesos racionales y el olvido de los afectos.
El resultado de este dualismo ha denigrado la afectividad como factor educativo y generó una relativa ignorancia generalizada acerca de los aspectos afectivos y su influencia sobre la educación científica. La conciencia de esta deficiencia surge primero en la educación general, donde los aspectos emocionales han recibido  cierta atención, aunque en la didáctica de la ciencia la investigación es aún dispersa y escasa (2).
Si vamos a los resultados entre Objetivos propuestos y lo real de currículo alcanzado por los alumnos, hay una distancia considerable, a pesar que se debe traducir en alfabetización científica.
En general, la ciencia que se enseña actualmente en las escuelas no desarrolla aprendizajes que contribuyan a la alfabetización científica de todos, como han demostrado los estudios realizados dentro de evaluación internacionales (TIMSS o PISA). “Por tanto, los conocimientos de Ciencia y Tecnología  alcanzados por los estudiantes no son significativos, desde la perspectiva del aprendizaje, ni satisfactorios desde la perspectiva de su funcionalidad personal y social “(3) .
La investigación didáctica en el ámbito afectivo permite extraer algunas conclusiones difícilmente controvertibles:

• La principal crítica sobre la ciencia escolar es su falta de relevancia para los estudiantes.
• Los estudiantes van perdiendo interés hacia la Ciencia y Tecnología  a medida que avanzan por el sistema educativo.
• Una enseñanza de la CyT de calidad es aquella que potencia el interés de los estudiantes.
• Muchos estudiantes aprecian la posibilidad de desarrollar la autonomía personal en la clase de ciencias.
• Las correlaciones entre actitudes hacia la CyT y resultados escolares son bajas.

En el ámbito afectivo, la ciencia en la educación obligatoria es sinónimo de desilusión y desencanto para los estudiantes, porque la ciencia que se enseña es percibida como difícil, irrelevante, poco atractiva, y que no conecta con sus intereses y experiencias; a pesar de que les gusta, aunque sólo una baja proporción de estudiantes eligen asignaturas de ciencias en los cursos no obligatorios.
“En esta situación, a pesar de sus esfuerzos,  muchos profesores se sienten desorientados, desilusionados, poco recompensados, infravalorados y faltos de recursos y de apoyo para su desarrollo profesional”  (4)
Hoy quedan pocas dudas que la variedad de experiencias afectivas que ofrece la educación a los estudiantes influyen y dirigen los procesos de aprendizaje. Las emociones tienen una gran importancia sobre todo lo que ocurre en el seno de una clase de cualquier tipo y edad. La educación funciona mejor y los aprendizajes son más eficaces cuando la cabeza y el corazón funcionan adecuadamente sintonizados; el filósofo americano John Dewey sintetizó esta idea radicalmente: “La educación no existe cuando las ideas y los conocimientos no se traducen en emociones, interés y voluntad”  (5). 
La buena ciencia escolar es aquella que implica e interesa a los estudiantes, pues sin una actitud positiva, interés y voluntad, probablemente, no hay cognición significativa.
Como reflexión final:
“La buena ciencia escolar,  implica e interesa afectivamente a los estudiantes no sólo en el plano individual, sino que también implica aspectos afectivos de orden social”.


REFERENCIAS
(1) (“El error de Descartes”. Antonio Damasío, 2001)
(2)  (Alsop, 2005).
(3) (Acevedo, 2006a; Aikenhead, 2003; Fensham, 2004).
(4) (Stinner, 1995; Watts y Bentley, 1994).
(5) (citado en Alsop (2005), p. 4).


                                            Roberto Rosso 

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