Doña Rosa 3/4/2017
El fallecido periodista Bernardo Neustadt creó la imagen
pública y política de “Doña Rosa”. La misma imagen
era la de los miedos, y también, los sueños módicos de un ama de casa poco
instruida, pero esclarecida por los rigores de la vida cotidiana, donde el “sentido común” hilvana relatos que cierto
establishment necesita para legitimar sus políticas. Y Doña Rosa se convierte,
así, en un modelo naïf que se creó en la década de los 90, para justificar que
a través del “voto cuota” Rosa llegaba
al pináculo de su felicidad comprando su electrodoméstico a través de ese medio.
Su gran mérito era: traducir con simpleza, las sofisticadas ingenierías sociales
y económicas destinadas, precisamente, a destruir a todas las Doña Rosa del
país. Los candidatos de la derecha en el siglo XXI no invocan puntualmente a
Doña Rosa; aquella heroína de ruleros y crochet. La despersonalizan, a la
pobre. Ahora utilizan eufemismos como “la
gente” o “la sociedad” (nunca “el pueblo”, ya que alude a mistificaciones
populistas ya superadas incluso en tiempos de Doña Rosa). Entonces ¿no existe la Doña Rosa que
cuestiona? La que dice frases como “el dinero no me alcanza”, “hay
inseguridad”, “nos matan como perros” “¿dónde está la justicia?”. En los
últimos 12 años abundaron por millones con esos dichos simples pero
contundentes, donde la otrora oposición hacía alarde a diario de la pobre
realidad vivida por el personaje del barrio común. A partir del 10 de diciembre
de 2015, la señora Rosa comenzó a vivir “una nueva vida, imaginaria, que se
transformaría en cruda realidad”. El nuevo mesías no puede dar respuestas a las
“simples” demandas de la señora del changuito, que se resiste hablar, para dar quizás,
una oportunidad más al “elegido”. El sábado 18 de marzo pasado,
marcó un antes y un después de la imagen de “la señora”. De pronto aparece Mirtha:
la sofisticada, la de la high society, la señora de clase y estilo, la que ha
combatido desde el inicio todo vestigio y formas de Peronismo; quizás de
raigambre Radical, pero reconoce, que el único gobierno que la prohibió fue el
de Alfonsín. De pronto “la Chiqui” se transformó en el ícono, líder, y acompañante de las penurias
de nuestra vecina Rosa. “La Legrand” ha
sido resistida de múltiples maneras en vastos sectores del ambiente
farandulero; hasta de avezados Periodistas que le han dicho que “sus almuerzos
o cenas” no son periodísticos. Esta “señora” arremetió contra “su elegido”
haciendo las preguntas que nuestra vecina todavía no se anima; lo ha
cuestionado, y lo ha llegado a poner en ridículo al Sr. Mauricio, por no saber
responder, o NI tener idea de números estadísticos básicos de SU gobierno. “La
diva” se transformó en mascaron de proa
del “sentido común” y que no va a dejar pasar tanto tiempo, para que sean
mansillados sus derechos y calidad de vida. Detrás de sus apellidos
afrancesados Legrand, viuda de Tinayre, asomó Doña Rosa. Rosa María Juana Martínez (Villa
Cañás, 23
de febrero de 1927).
Roberto Rosso
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